Cuando era pequeña, todos los vestidos de mis muñecas fueron
confeccionados por la misma máquina de coser que manejaba yo, de una manera
quizás, poco ortodoxa. Hay que decir que sabía lo principal, enhebrar, hacer la
canilla…, vamos, lo suficiente para poder coser esos vestidos.
Mi abuela me prometió que yo heredaría aquella máquina. Pero
los años pasan, dejas de hacer vestidos de muñecas y la máquina se queda en el
desván en el olvido. Hasta ahora. Lamentablemente mi abuela ya no está, pero
después de una restauración en condiciones, esa máquina está ahora en mi casa
de Madrid, y empiezan otra vez las prácticas para hacer, no vestidos de
muñecas, sino arreglos de todos los días y veremos, qué más nos depara el
futuro.
¿A que es preciosa?